Abríamos distancia y esta vez como visor, la ventanilla del coche mostraba una bonita estampa de esta coqueta bahía y su mar que se despedía como el mejor anfitrión posible.
Camino a la población cercana de Nerja dejábamos atrás dos días, con sabor a espeto, sal y brisa de poniente.
Optimistas conclusiones de esta breve pero intensa visita. La sensación de conocer un paraje que aún late con fuerza , que en ocasiones gana la partida a la cruzada del hombre y se cubre con un escudo de vida y esplendor de los latigazos que este le proporciona.
Variedad, abundancia y belleza fusionados y mostrando una lección de armonía y convivencia.
Un destino que invita a volver...
